Es una intensísima corriente
un relámpago ser de lecho
una dona mórbida ola
un reflujo zumbo de anestesia
una rompiente ente florescente
una voraz contráctil prensil corola entreabierta
y su rocío afrodisíaco
y su carnalesencia
natal
letal
alveolo beodo de violo
es la sed de ella ella y sus vertientes lentas entremuertes que
estrellan y disgregan
aunque Dios sea su vientre
pero también es la crisálida de una inalada larva de la nada
una libélula de médula
una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frotes
un chupochupo súcubo molusco
que gota a gota agota boca a boca
la mucho mucho gozo
la muy total sofoco
la toda ¡shock! tras ¡shock!
la íntegra colapso
es un hermoso síncope con foso
un ¡cross! de amor pantera al plexo trópico
un ¡knock out! técnico dichoso
si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno
el sedimento aglutinante de un precipitado de labios
el obsesivo residuo de una solución insoluble
un mecanismo radioanímico
un terno bípedo bullente
un ¡robot! hembra electroerótico con su emisora de delirio
y espasmos lírico-dramáticos
aunque tal vez sea un espejismo
un paradigma
un eromito
una apariencia de la ausencia
una entelequia inexistente
las trenzas náyades de Ofelia
o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable
una despótica materia
el paraíso hecho carne
una perdiz a la crema.
miércoles, 26 de mayo de 2010
AVIONES A PUNTO DE SALIR
miércoles, 19 de mayo de 2010
EL PRINCIPIO DEL FIN, EL FIN DEL PRINCIPIO
“La roca es simplemente una imagen del acto que detiene la fútil rotación de la rueda y sumerge al ser en la conciencia plena. Y la conciencia plena es como un océano inagotable que se da al sol y a la luna, y que incluye también al sol y a la luna”
Trópico de Capricornio, Henri Miller.
...
“Dios mueve al jugador y éste la pieza,
¿qué dios detrás de dios la trama empieza?”.
Fin de partida, Jorge Luis Borges.
Trópico de Capricornio, Henri Miller.
...
“Dios mueve al jugador y éste la pieza,
¿qué dios detrás de dios la trama empieza?”.
Fin de partida, Jorge Luis Borges.
lunes, 17 de mayo de 2010
FANTASÍA
Con nuestros cuerpos vamos a hacer arte. Am arte, li arte e incluso arte foll.
sábado, 15 de mayo de 2010
AMAR ES UN VIAJE CON AGUA Y CON ESTRELLAS
Neruda sabía mantener sublime lo que es sublime: el erotismo.
SONETO XII
Plena mujer, manzana carnal, luna caliente,
espeso aroma de algas, lodo y luz machacados,
qué oscura claridad se abre entre tus columnas?
Qué antigua noche el hombre toca con sus sentidos?
Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,
con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:
amar es un combate de relámpagos
y dos cuerpos por una sola miel derrotados.
Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.
SONETO XII
Plena mujer, manzana carnal, luna caliente,
espeso aroma de algas, lodo y luz machacados,
qué oscura claridad se abre entre tus columnas?
Qué antigua noche el hombre toca con sus sentidos?
Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,
con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:
amar es un combate de relámpagos
y dos cuerpos por una sola miel derrotados.
Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.
ELENA MEDEL
Una gran promesa. La juventud no es impedimento para saber mirar, y para saber decir:
Aquello en lo que te fijas cuando salimos por las noches
Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.
Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad,
sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.
Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
por dentro de tanta soledad.
De "Tara" 2006
Aquello en lo que te fijas cuando salimos por las noches
Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.
Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad,
sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.
Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
por dentro de tanta soledad.
De "Tara" 2006
viernes, 7 de mayo de 2010
EL MALEFICIO DE LA MARIPOSA
En homeneje a la primera obra teatral de Lorca, que trata del amor, la fustración y la muerte, hemos creado este breve relato. Ahí va:
Esta es una historia de amor, de un amor imposible y hermoso.
Una luciérnaga se enamoró de una libélula el día que habló con ella del sol y de la reencarnación de la materia.
Fue irremediable, y fue para siempre.
Se habían prometido, en una vida anterior, volver a encontrarse para andar juntos el cíclico camino.
Y no hubo desorden, sino que todo se armonizó una micra de billón de luz.
Sí, los amores verdaderos siempre se reencuentran para que el buen equilibrio llegue.
En aquella época el dinero y el poder todavía eran importantes en el lugar donde vivían, y tuvieron que amarse como dos locos para compensar tanta miseria.
Así lo hicieron. Y el mundo mejoró.
Esta es una historia de amor, de un amor imposible y hermoso.
Una luciérnaga se enamoró de una libélula el día que habló con ella del sol y de la reencarnación de la materia.
Fue irremediable, y fue para siempre.
Se habían prometido, en una vida anterior, volver a encontrarse para andar juntos el cíclico camino.
Y no hubo desorden, sino que todo se armonizó una micra de billón de luz.
Sí, los amores verdaderos siempre se reencuentran para que el buen equilibrio llegue.
En aquella época el dinero y el poder todavía eran importantes en el lugar donde vivían, y tuvieron que amarse como dos locos para compensar tanta miseria.
Así lo hicieron. Y el mundo mejoró.
jueves, 6 de mayo de 2010
GERARDO DIEGO, GENERACIÓN DEL 27
Amor tiene cuatro letras,
vamos a jugar con ellas.
¿Lo ves? Ya estamos en Roma.
Por todas partes se va.
Por todas partes se llega.
El viaje Amor Roma Amor
con billete de ida y vuelta.
Y ahora a jugar con los dados.
«Alea jacta est». Espera.
¿Qué lees? Ramo. ¿Qué escuchas?
El ruiseñor se queja
de amor que en el ramo canta,
de amor que en el ramo mora.
Otra vez los dados vuelan
por el aire. Y cae Omar,
un príncipe de leyenda.
¿Amor de Omar? Falta ella.
Arriba los dados. Mora.
Amor de Omar a la mora.
Amor de la mora a Omar.
Siempre armo un juego de amor
que de ramo y que de mora.
Y vienen y van las letras
Buscando ese amor o mar.
Gerardo Diego, 1944
vamos a jugar con ellas.
¿Lo ves? Ya estamos en Roma.
Por todas partes se va.
Por todas partes se llega.
El viaje Amor Roma Amor
con billete de ida y vuelta.
Y ahora a jugar con los dados.
«Alea jacta est». Espera.
¿Qué lees? Ramo. ¿Qué escuchas?
El ruiseñor se queja
de amor que en el ramo canta,
de amor que en el ramo mora.
Otra vez los dados vuelan
por el aire. Y cae Omar,
un príncipe de leyenda.
¿Amor de Omar? Falta ella.
Arriba los dados. Mora.
Amor de Omar a la mora.
Amor de la mora a Omar.
Siempre armo un juego de amor
que de ramo y que de mora.
Y vienen y van las letras
Buscando ese amor o mar.
Gerardo Diego, 1944
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4º ESO,
GENERACIÓN DEL 27,
JUGAR CON PALABRAS
martes, 4 de mayo de 2010
ESTÁS PERDIENDO LA CABEZA, VISKOVITZ DE ALESSANDRO BOFFA
ESTAS PERDIENDO LA CABEZA, VISKOVITZ
—¿Cómo era papá? —le pregunté a mi madre.
—Crujiente, un poco salado, rico en fibra.
—Quiero decir antes de comértelo.
—Era un mequetrefe inseguro, angustiado, neurótico, un poco como todos vosotros, los machitos, Visko.
Me sentía más cercano que nunca a aquel genitor al que no había llegado a conocer, que se había descompuesto en el estómago de mamá mientras yo era concebido. De quien no había recibido calor, sino calorías. Gracias, papá, pensé. Sé lo que significa, para una mantis macho, sacrificarse por la familia.
Me detuve un instante, en grave recogimiento, ante su tumba, es decir, ante mi madre, y entoné un miserere.
Al poco rato, como pensar en la muerte nunca dejaba de provocarme una erección, consideré llegado el momento de reunirme con Ljuba, el insecto al que amaba. La había conocido más o menos un mes antes, en el matrimonio de mi hermana, que por otra parte era también el funeral de mi cuñado, y había quedado prisionero de su cruel belleza. No habíamos dejado de vernos desde entonces. ¿Cómo había sido posible? Dios me había bendecido con el don más apreciado por nosotros, los mantis: la eyaculación precoz, condición indispensable de cualquier historia de amor que aspire a no ser efímera. La primera semana había perdido sólo un par de patas, las raptatorias, la segunda el prototórax con sus anexos para el vuelo, la tercera....
—¡No lo hagas, Visko, por amor de Dios! —empezaron a gritarme mis amigos Zucotic, Petrovic y López, encaramados en las ramas más altas.
Para ellos la hembra era el demonio, la misoginia una misión. Desde la metamorfosis sufrían algún tipo de desviación o disfunción sexual, habían adoptado los votos del sacerdocio y se pasaban todo el santo día mascando pétalos y recitando salmos. Eran muy religiosos.
Pero no había oración que pudiese detenerme, no ahora, que oía el gélido suspiro de mi amada, el sombrío rumor de sus membranas, su fúnebre y burlona sonrisa. Me moví frenéticamente en dirección a aquellos sonidos, con la única pata que me quedaba, apoyándome en mi erección, esforzándome por llegar a visualizar la gloria de sus formas, ahora que no podía verlas porque ya no tenía ocelos, ahora que no podía olerlas porque ya no tenía antenas, ahora que no podía besarlas porque ya no tenia palpos.
Por ella había perdido ya la cabeza.
—¿Cómo era papá? —le pregunté a mi madre.
—Crujiente, un poco salado, rico en fibra.
—Quiero decir antes de comértelo.
—Era un mequetrefe inseguro, angustiado, neurótico, un poco como todos vosotros, los machitos, Visko.
Me sentía más cercano que nunca a aquel genitor al que no había llegado a conocer, que se había descompuesto en el estómago de mamá mientras yo era concebido. De quien no había recibido calor, sino calorías. Gracias, papá, pensé. Sé lo que significa, para una mantis macho, sacrificarse por la familia.
Me detuve un instante, en grave recogimiento, ante su tumba, es decir, ante mi madre, y entoné un miserere.
Al poco rato, como pensar en la muerte nunca dejaba de provocarme una erección, consideré llegado el momento de reunirme con Ljuba, el insecto al que amaba. La había conocido más o menos un mes antes, en el matrimonio de mi hermana, que por otra parte era también el funeral de mi cuñado, y había quedado prisionero de su cruel belleza. No habíamos dejado de vernos desde entonces. ¿Cómo había sido posible? Dios me había bendecido con el don más apreciado por nosotros, los mantis: la eyaculación precoz, condición indispensable de cualquier historia de amor que aspire a no ser efímera. La primera semana había perdido sólo un par de patas, las raptatorias, la segunda el prototórax con sus anexos para el vuelo, la tercera....
—¡No lo hagas, Visko, por amor de Dios! —empezaron a gritarme mis amigos Zucotic, Petrovic y López, encaramados en las ramas más altas.
Para ellos la hembra era el demonio, la misoginia una misión. Desde la metamorfosis sufrían algún tipo de desviación o disfunción sexual, habían adoptado los votos del sacerdocio y se pasaban todo el santo día mascando pétalos y recitando salmos. Eran muy religiosos.
Pero no había oración que pudiese detenerme, no ahora, que oía el gélido suspiro de mi amada, el sombrío rumor de sus membranas, su fúnebre y burlona sonrisa. Me moví frenéticamente en dirección a aquellos sonidos, con la única pata que me quedaba, apoyándome en mi erección, esforzándome por llegar a visualizar la gloria de sus formas, ahora que no podía verlas porque ya no tenía ocelos, ahora que no podía olerlas porque ya no tenía antenas, ahora que no podía besarlas porque ya no tenia palpos.
Por ella había perdido ya la cabeza.
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