Las conexiones.
Tuve una camiseta con la portada del disco SUPER 8, me la regaló alguien especial.
He visto a Los planetas varias veces. Llevan mucho tiempo orbitando...
Lo merecen.
Esta versión de un poema de LORCA es emocionante.
Federico tenía 38 añicos cuando lo asesinaron.
Era un genio, luz, puro duende, pura fuerza...
¿Eso asusta?
Es triste que eso asuste.
Con palabras sencillas creaba imágenes arrolladoras, magistrales, eternas...
ÉL ERA AGUA
Aquí os dejo El manantial, para que fluyáis:
MANANTIAL
(Libro de Poemas, 1921) de FEDERICO GARCÍA LORCA
EL MANANTIAL
La sombra se
ha dormido en la pradera.
Los
manantiales cantan.
Frente al
ancho crepúsculo de invierno
mi corazón
soñaba.
¿Quién
pudiera entender los manantiales,
el secreto
del agua
recién
nacida, ese cantar oculto
a todas las
miradas
del
espíritu, dulce melodía
más allá de
las almas...?
Luchando
bajo el peso de la sombra,
un manantial
cantaba.
Yo me
acerqué para escuchar su canto,
pero mi
corazón no entiende nada.
Era un
brotar de estrellas invisibles
sobre la
hierba casta,
nacimiento
del Verbo de la tierra
por un sexo
sin mancha.
Mi chopo
centenario de la vega
sus hojas
meneaba,
y eran hojas
trémulas de ocaso
como
estrellas de plata.
El resumen
de un cielo de verano
era el gran
chopo. Mansas
y turbias de
penumbra yo sentía
las
canciones del agua.
¿Qué
alfabeto de auroras ha compuesto
sus oscuras
palabras?
¿Qué labios
las pronuncian? ¿Y qué dicen
a la
estrella lejana?
¡Mi corazón
es malo, Señor! Siento en mi carne
la
implacable brasa
del pecado.
Mis mares interiores
se quedaron
sin playas.
Tu faro se
apagó. ¡Ya los alumbra
mi corazón
de llamas!
Pero el
negro secreto de la noche
y el secreto
del agua
¿son
misterios tan sólo para el ojo
de la
conciencia humana?
¿La niebla
del misterio no estremece
al árbol, el
insecto y la montaña?
¿El terror
de las sombras no lo sienten
las piedras
y las plantas?
¿Es sonido
tan sólo esta voz mía?
¿Y el casto
manantial no dice nada?
Mas yo
siento en el agua
algo que me
estremece..., como un aire
que agita
los ramajes de mi alma.
¡Sé árbol!
(Dijo una voz en la distancia.)
Y hubo un
torrente de luceros
sobre el
cielo sin mancha.
Yo me
incrusté en el chopo centenario
con tristeza
y con ansia.
Cual Dafne
varonil que huye miedosa
de un Apolo
de sombra y de nostalgia.
Mi espíritu fundióse con las hojas
y fue mi
sangre savia.
En untuosa
resina convirtióse
la fuente de
mis lágrimas
El corazón se fue con las raíces,
y mi pasión humana,
haciendo
heridas en la ruda carne,
fugaz me
abandonaba.
Frente al
ancho crepúsculo de invierno
yo torcía las ramas
gozando de
los ritmos ignorados
entre la
brisa helada.
Sentí sobre mis brazos dulces nidos,
acariciar de
alas,
y sentí mil abejas campesinas
que en mis
dedos zumbaban.
¡Tenía una colmena de oro vivo
en las
viejas entrañas!
El paisaje y
la tierra se perdieron,
sólo el cielo quedaba,
y escuché el débil ruido de los astros
y el
respirar de las montañas.
¿No
podrán comprender mis dulces hojas
el secreto
del agua?
¿Llegarán mis raíces a los reinos
donde nace y
se cuaja?
Incliné mis ramajes hacia el cielo
que las
ondas copiaban,
mojé
las hojas en el cristalino
diamante
azul que canta,
y sentí borbotar los manantiales
como de
humano yo los escuchara
Era el mismo
fluir lleno de música
y de ciencia
ignorada.
Al levantar
mis brazos gigantescos
frente al
azul, estaba
lleno de
niebla espesa, de rocío
y de luz
marchitada.
Tuve la gran
tristeza vegetal,
el amor a
las alas.
Para poder
lanzarse con los vientos
a las
estrellas blancas.
Pero mi
corazón en las raíces
triste me
murmuraba:
"Si no
comprendes a los manantiales,
¡muere
y troncha tus ramas"!
¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos
que
entiendan a las aguas!
Dame una voz
que por amor arranque
su secreto a
las ondas encantadas;
para
encender su faro sólo pido
aceite de
palabras.
"Sé ruiseñor!", dice una voz perdida
en la muerta
distancia.
Y un
torrente de cálidos luceros
brotó del seno que la noche guarda.