Vamos mengana a usar la maravilla
esa vislumbre que no tiene dueño
afila tu delirio / arma tu sueño
en tanto yo te espero en la otra orilla
si somos lo mejor de los peores
gastemos nuestro poco albedrio
recupera tu cuerpo / hacelo mío
que yo lo aceptare de mil amores
y ya que estamos todos en capilla
y dondequiera el mundo se equivoca
aprendamos la vida boca a boca
y usemos de una vez la maravilla.
BENEDETTI
sábado, 25 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
De Caín a Bel.
ResponderEliminarPerdóname el viento, las rudezas.
Tú, que conduces el ganado glauco,
el rebaño de charcos donde mi amor llueve,
cada vez que sonríes, en mi memoria,
tengo que matar los reflejos que te apagan,
el mismo sol que nos ilumina de lejos.
Tú, que traduces en oleajes las palabras,
laberintos de aguas de palabras,
palabras de espuma que erizan cualquier orilla
de mi cuerpo, que camina así,
zozobrando así, naufragando así.
Tú, perdóname que aparte las olas
donde te busco,
donde nunca quisiera encontrarte,
tan dentro de mí y tan fuera,
por un cielo que se abre, perdóname,
por la oscura cuchilla del deseo
que se aguza tras la puerta cerrada,
que se azora donde yergues tu torre,
el confín que te ostenta y te retiene.
Y estas ganas locas de acabarte,
de sumirme en el sueño más profundo
en el galope certero cada vez más dentro
hasta olvidar mi destierro.
Eres la demencia de este cuerpo.
La sed, la asfixia, el hambre, el veneno,
su madrugada, su fiebre, la tormenta.
El pábilo solitario de mi ceguera,
el estupor dorado de la entraña,
un tiro de gracia de orinienta luna.
El entierro, el aguijón, la cenicienta pena,
un golpe del cincel con la barrena,
la pulida superficie de la guadaña.
Y ninguna.
En el rapto de estos ojos,
de estas manos, de estos labios,
mi panal de alegrías, hendido y añil,
la palma de godeos, el plato perfecto,
la sazón cortejada por un atracador, alientas.
La suerte de este toro enloquecido
que brama a la noche, y te busca delante
bien plantada, tu albero,
tu majestad redonda oscura y grana,
tu capote de estrellas. Tú…
Perdóname como a un Caín,
si no te doy el tiempo de esquivarme.
Todo te consiento menos la pena,
ResponderEliminarpuedes llegarme con sones alados
como viento, como sol reflejado
en una luna orinienta y llena.
Tus palabras son la blanca ballena
que surca mi mar abovedado
y alientas a mi Ahab desconsolado
restando heridas viles y cojera.
En los signos no hay destierro posible
ni fronteras no aduanas que detengan
tus unos y tus ceros... tan tangibles
tus sueños encontrados a mí vengan
como un toro hernandiano e invisible
como la luz librada de cadenas.
errata: "ni fronteras ni aduanas que detengan..."
ResponderEliminarte doy mi palabra!
ResponderEliminar