Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
miércoles, 15 de febrero de 2012
ANTONIO MIRANDO ATRÁS (1912-2012)
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"Voy caminando solo, triste, cansado, pensativo y viejo." Menudo remate. El maestro se aseguró de plasmar su mejor optimismo, ¿eh? Cuando Hermann Hesse estaba al final de su vida, era su mujer la que empujaba su silla de ruedas en un corto paseo alrededor de su finca, en Suiza. Siempre llegaban hasta el mismo árbol y a una de sus ramas se agarraba, como en un ritual. Tiraba de ella y, apreciando su firmeza solía decir: "ésta todavía aguanta".
ResponderEliminarQuisiera, amiga mía, ver que miramos hacia atrás con un Antonio que descubre algunas hojas verdes en el viejo olmo hendido por el rayo. No es bueno que el hombre está solo.
Un beso
Síiiiii...estaba muuuuy triste cuando lo escribió... esa nostalgia tan desgarradora...Pero ese..."dame
ResponderEliminartu mano y paseemos"
Es tan boniiiiito.
El hombre no debiera estar solo. Compartir es vivir. Me gusta mucho más la preciosa anécdota de Herman Hesse.
Muchas gracias.
:D
Acabo de conocerle. Es fenomenal... Tomás Segovia
ResponderEliminarDime Mujer
Dime mujer dónde escondes tu misterio
mujer agua pesada volumen transparente
más secreta cuando más te desnudas
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme
tu deslumbrante armadura de belleza
dime no puedo ya con tantas armas
mujer sentada acostada abandonada
enséñame el reposo el sueño y el olvido
enséñame la lentitud del tiempo
mujer tú que convives con tu ominosa carne
como junto a un animal bueno y tranquilo
mujer desnuda frente al hombre armado
quita de mi cabeza este casco de ira
cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra
quítame este ropaje de fiebre que me asfixia
húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre
mujer roca de la tribu desbandada
descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo
con que me aterro y te aterro y nos separa
mujer oscura y húmeda pantano edénico
quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría
quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios
que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne
quiero recuperar el peso y la rotundidad
quiero que me humedezcas me ablandes me afemines
para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo
quiero apoyada la cabeza en tu regazo materno
traicionar al acerado ejército de los hombres
mujer cómplice única terrible hermana
dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar nunca de ti los ojos
mujer estatua hecha de frutas paloma crecida
déjame siempre ver tu misteriosa presencia
tu mirada de ala y de seda y de lago negro
tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío
y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada
tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad
mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises
no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa
tu palabra imantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera de fulgurante ignorancia
la salvaje pureza de tu amor insensato
desvariado sin freno brutalizado enviciado
el gemido limpísimo de la ternura
la pensativa mirada de la prostitución
y la clara verdad cruda
del amor que sorbe y devora y se alimenta
el invisible zarpazo de la adivinación
la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos
la esponjosa maternidad terreno de raíces
mujer casa del doloroso vagabundo
dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado
déjame recostar mi frente aciaga
en tu grave regazo de paraíso boscoso
desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo.
Guaaaaaaaaaaaau!!! Ojiplática y encantada me dejas!
ResponderEliminarQué pasada. Lo he releído... ¿veinte veces? Y cada vez me gusta más. Tiene varios ritmos diferentes engarzados, toda relectura es novedosa, y sin embargo te abandona en esa extraña exigencia hecha carne derrotada, admirable y aciago destino, urgencia de inmensidad. Siento el temblor de un boxeador sonado. ¿Le conocías?
ResponderEliminarNo. Ha sido un espléndido descubrimiento!
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