Él no cree en Dios.
Pero reza para que tú no llames.
Y tú no llamas.
Él quiere lo que tú rechazas,
y yo no sé cómo dárselo,
no sé encender esa llama.
Pero él tiene paciencia por ambos.
Conoce cada rincón de mi alma.
Yo tampoco creo en Dios.
Y no rezo. Tú me amas.
jueves, 20 de septiembre de 2012
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