"PELOTÓN",SILENCIO."APUNTEN".
SILENCIO."FUEGO"
Serían ya las ocho de la mañana cuando
llegaron a Arganda del Rey .Todo estaba preparado,Un muro de mampostería ,resto
de un establo derruido,una explanada,un pelotón de fusilamiento y una cadena de
guardianes aportaron todo para la ejecución.Otros camiones,otros
condenados,otras desesperaciones se sumaron a la ceremonia.Un sacerdote con estola morada
rezaba en latín rutinarias imploraciones de misericordia .Eran casi un centenar
y tuvieron que agolparse para no exceder la dimensión del muro.Unos instantes
de silencio para que el sacerdote terminara su plegaria que concluyó con una
bendición trazada en el aire con una languidez de un adiós entristecido e
inmediatamente "Pelotón",silencio,"Apunten",silencio,"Fuego".
Si alguien gritó ,nadie pudo oírlo.
Cuando el capitán Alegría recobró el
conocimiento, estaba sepultado en una fosa común amalgamado en un caos de
muertos y de tierra. Tardó tiempo, pero, desoyendo el dolor, supo que había
transgredido, de nuevo, las leyes del mundo donde el retorno está prohibido.
Estaba vivo. Un universo de médulas, cartílagos inertes, sangre coagulada,
heces, alientos detenidos y corazones sorprendidos por la muerte conservaron
bolsas de aire en aquel desajuste de difuntos que le permitió respirar aun
enterrado. Estaba vivo.
Hay una oscuridad para los vivos y otra
oscuridad para los muertos y Alegría las confundió porque no trató de abrir los
ojos, pero al oír su propio llanto supo que aquél no era el silencio de los
muertos. Estaba vivo.
Alegría siempre habló de ese momento
como de un parto. Exhausto, tardó tiempo en definir los perfiles de su cuerpo,
desmadejado y oprimido por cadáveres enredados unos con otros. Un escozor en la
cabeza enmarcaba un punto tan doloroso que pensó que tenía abierto el cráneo en
dos mitades. Lentamente, procurando no alterar la quietud de aquellos muertos,
fue arrimando sus brazos a su cuerpo, deteniéndose tras cada esfuerzo para no
jadear porque temía que se acabara el aire, fue haciendo acopio de la fuerza
necesaria para zafarse del peso que le inmovilizaba. Había visto la fosa en la
que estaba enterrado antes de la ejecución y, dada su profundidad, no podía
tener muchos cadáveres encima. Lo intentó varias veces y, en cada intento,
comprobó que algo se desplazaba y dejaba de oprimirle, hasta que, al fin, todo
cedió y se encontró a cielo raso. La tierra ocupó su puesto y se arrastró hasta
llegar a un terraplén por el que se dejó caer procurando sofocar su llanto.
Estaba todo él menos sus gafas.
Una bala le había dado en la parte alta de
la frente de tal suerte que resbaló sobre su cráneo, abriendo una profunda
herida casi hasta la nuca, sin romper la calavera. Tenía sangre en el rostro,
en las sienes, en el cuello, pero la tierra había servido de cauterio y, aunque
ahora sangraba de nuevo, mientras estuvo inconsciente su corazón tuvo una razón
para latir además de la del miedo.
Estaba anocheciendo.
...
ALBERTO MÉNDEZ, Los girasoles
ciegos.
Realiza el análisis
léxico-semántico del texto anterior. ;)
"PELOTÓN",SILENCIO."APUNTEN".
SILENCIO."FUEGO"
Si alguien gritó ,nadie pudo oírlo.
Cuando el capitán Alegría recobró el
conocimiento, estaba sepultado en una fosa común amalgamado en un caos de
muertos y de tierra. Tardó tiempo, pero, desoyendo el dolor, supo que había
transgredido, de nuevo, las leyes del mundo donde el retorno está prohibido.
Estaba vivo. Un universo de médulas, cartílagos inertes, sangre coagulada,
heces, alientos detenidos y corazones sorprendidos por la muerte conservaron
bolsas de aire en aquel desajuste de difuntos que le permitió respirar aun
enterrado. Estaba vivo.
Hay una oscuridad para los vivos y otra
oscuridad para los muertos y Alegría las confundió porque no trató de abrir los
ojos, pero al oír su propio llanto supo que aquél no era el silencio de los
muertos. Estaba vivo.
Alegría siempre habló de ese momento
como de un parto. Exhausto, tardó tiempo en definir los perfiles de su cuerpo,
desmadejado y oprimido por cadáveres enredados unos con otros. Un escozor en la
cabeza enmarcaba un punto tan doloroso que pensó que tenía abierto el cráneo en
dos mitades. Lentamente, procurando no alterar la quietud de aquellos muertos,
fue arrimando sus brazos a su cuerpo, deteniéndose tras cada esfuerzo para no
jadear porque temía que se acabara el aire, fue haciendo acopio de la fuerza
necesaria para zafarse del peso que le inmovilizaba. Había visto la fosa en la
que estaba enterrado antes de la ejecución y, dada su profundidad, no podía
tener muchos cadáveres encima. Lo intentó varias veces y, en cada intento,
comprobó que algo se desplazaba y dejaba de oprimirle, hasta que, al fin, todo
cedió y se encontró a cielo raso. La tierra ocupó su puesto y se arrastró hasta
llegar a un terraplén por el que se dejó caer procurando sofocar su llanto.
Estaba todo él menos sus gafas.
Una bala le había dado en la parte alta de
la frente de tal suerte que resbaló sobre su cráneo, abriendo una profunda
herida casi hasta la nuca, sin romper la calavera. Tenía sangre en el rostro,
en las sienes, en el cuello, pero la tierra había servido de cauterio y, aunque
ahora sangraba de nuevo, mientras estuvo inconsciente su corazón tuvo una razón
para latir además de la del miedo.
Estaba anocheciendo.
...
ALBERTO MÉNDEZ, Los girasoles
ciegos.
Realiza el análisis
léxico-semántico del texto anterior. ;)
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