¿Quién, si yo gritara, me oiría desde la jerarquía de los ángeles?
Y aun si de repente algún ángel
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.
Las elegías de Duíno
viernes, 18 de junio de 2010
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